Le perseguía la ley, sus deudas amontonándose como sus víctimas. ¿Qué le había hecho creer que sería capaz de llevar una vida de honor?; a fin de cuentas, no era más que un simple argoniano, vendido como esclavo a los hechiceros Telvanni e incluso habiendo llegado a su patria natal de Ciénaga Negra, tratado como si todavía fuese el N'wah que mágicamente se fugó de Páramo de Vvarden.
La artesanía resultó rentable por un tiempo. Un tiempo, y poco más.
Su destreza, adquirida gracias a años de lectura, estudio arcano y una ferviente dedicación a la colección rúnica hizo de Wud-Tan un encantador formidable y un recurso valioso para el Clan Prezis. O al menos, potencialmente formidable, considerando el bajísimo potencial que ofrecía un simple espécimen del fondo de Ciénaga Negra para sus amos esclavistas.
Pero, ¿y ahora?
En el norte de Ciénaga Negra había poquísima demanda por encantadores. Daba igual su destreza. Peleteros, armeros, madereros. Esos eran los oficios que realmente interesaban a la población local. El Encantamiento resultaba una disciplina un tanto obscura, arriesgada. Siniestra.
Y todo aquello que es siniestro tiene una tendencia a atraer miradas sombrías.
Fue así que el interés de una argoniana sombría le llevó a un dunmer sombrío que le llevó a un khaajita más sombrío todavía; pero Wud-Tan había pensado más rápido que los tres. Así fue capaz de jugársela: las joyas de la argoniana al dunmer, los polvos de hueso del dunmer al khaajita, y finalmente el azúcar lunar del khaajita al mejor postor de skooma del día, siendo esa la regla fundamental. Cada día en Pantano de las Sombras duraría lo que el mejor postor dictase.
Y sólo el mejor postor interesaría a Wud-Tan, el Prezis - como ironía vengativa - de ahora en adelante.
Edited by M3R1D1U5 on 27 de febrero, 2022 5:21